Se levantó lentamente, y luego de un largo suspiro fue hacia el baño, se miró al espejo y puso la ducha a correr. Bajo el agua caliente pensó en todo lo que iba a suceder en este día tan extraño. Se secó y comenzó a afeitarse. Después de vestirse se dirigió a la cocina y preparó café con leche con varias tostadas. Saboreó el desayuno como el manjar más preciado. Luego se mandó una de muzza.
Recorrió las habitaciones de su casa, tapando todo el modular y sus recuerdos con sábanas viejas y rociándolas con kerosene. Encendió la radio, puso Amadeus al mango y se sentó mirando hacia la ventana. Era un día hermoso. Sacó un habano, fósforos, hizo fuego y esperó.
A las dos horas y con su décimo cigarro encima, sonó el timbre. Tomó el bolso y tiró su habano de vainilla al piso alfombrado y fue bajando lentamente las escaleras. Llegó a la puerta del edificio y salió. Lo estaban esperando. Antes de subir al auto observó el cielo, el sol, la calle, los árboles. Él sabía que durante cinco años iba a recordar este momento. los cinco años más largos de su vida. Los cinco años que debía pasar en la cárcel por haber asesinado a ese tipo. Al que se acostaba con su mujer. Víctor, el sodero.
Recorrió las habitaciones de su casa, tapando todo el modular y sus recuerdos con sábanas viejas y rociándolas con kerosene. Encendió la radio, puso Amadeus al mango y se sentó mirando hacia la ventana. Era un día hermoso. Sacó un habano, fósforos, hizo fuego y esperó.
A las dos horas y con su décimo cigarro encima, sonó el timbre. Tomó el bolso y tiró su habano de vainilla al piso alfombrado y fue bajando lentamente las escaleras. Llegó a la puerta del edificio y salió. Lo estaban esperando. Antes de subir al auto observó el cielo, el sol, la calle, los árboles. Él sabía que durante cinco años iba a recordar este momento. los cinco años más largos de su vida. Los cinco años que debía pasar en la cárcel por haber asesinado a ese tipo. Al que se acostaba con su mujer. Víctor, el sodero.
